Murmuraba impaciente
Una Rosa naciente
Del cautiverio duro que sufría,
Porque una zarza espesa la tenía
Con sus punzantes vástagos cercada.
_Yo (sin cesar decía),
Yo no disfruto aquí,ni sé de nada:
Sin un rayo de sol,tasado el aire.
Desperdicio,de todos ignorada,
Y entre espinas incómodas reclusa,
Mi fragancia,colores y donaire.
La Zarza replicó: ¬Joven ilusa,
Tu previsión escasa,
Del bien que te hago,sin razón me acusa.
Bajo mis ramas a cubierto vives
Del sol canicular que nos abraza;
El golpe no recibes
Del granizo cruel que nos deshoja;
Y ese muro de espinas que te enoja,
Defiende tu hermosura
De que una mano rústica la coja.¬
¬¡Mal haya ¬replicó¬ la ruin cordura,
Que, de riesgos que no hay, tiembla y se apura!
No fue la maldición echada en vano.
A los pocos momentos,un villano
Llega con la cortante podadera:
La despiadada mano
Descarga en el zarzal; hiere y destroza,
Y tan completamente me la roza,
Que ni un retoño le dejo siquiera
Poco de la catástrofe se duele,
Persuadida la Rosa de que gana,
Quedándose sin aya que la cele.
Descanse en paz la rígida guardiana.
¡Qué feliz su discípula es ahora!
Bañada en el relente de la aurora,
Descoge con orgullo
Su tierno y odorífico capullo;
Princesa de las flores
La proclaman los pájaros cantores.
Pero el viento la empolva y la molesta,
Sol picante la tuesta,
La ensucia el caracol impertinente
Con pegajosa baba,
Y apenas se la enjuga
Cuando voráz la oruga
Su venenoso diente
Una vez y otra ves en ella clava.
Se descolora la infeliz, se arruga,
Y una ráfaga recia de solano
Desparramó sus hojas por el llano.
¬¬¬¬¬
Es el recogimiento
Condición de los jóvenes precisa;
Falta en la mocedad conocimiento
Del suelo que se pisa.
La niña que imprudente
Sola y sin guía recorrer intente
La senda de la vida peligrosa,
Tema la suerte de la indócil Rosa.
JUAN EUGENIO DE HARTZENBUSCH