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12 abr 2013

LA ILUSIÓN

    En un río se veía
Flotar un copo de espuma
Que de vellón y de pluma
Un nidito parecia.

    Un tominejo inocente,
Por su albura seducido,
Tomólo por muelle nido
Y se lanzó a la corriente.

     Mas al posarse se hundió
El copo engañoso y leve,
Y entre las aguas en breve
El ave desapareció.

    Así la ilusión parece
Nido de nevada pluma,
Y al tocarla, como espuma
Se apaga y desaparece.

           RUPERTO S. GOMEZ


El 29 de noviembre de 1881 el mundo intelectual de Bogotá estaba algo alborotado. En los círculos literarios todos corrían para asistir a los recintos de la Academia Colombiana donde, en acto solemne, se iba a conceder una medalla de oro al poeta ganador del concurso convocado con motivo del centenario de don Andrés Bello. La sesión pública estaba preparada con todas las galas. Se otorgarían los premios del concurso poético y del trabajo en prosa. Entre los asistentes, presidía el acto el jefe de Estado, el señor Rafael Nuñez, en compañía de algunos de sus ministro. Alrededor de la mesa principal estaban los miembros de la Academia: Miguel Antonio Caro, José Rufino Cuervo, José Joaquín Ortiz, Rafael Pombo, José Manuel Marroquín, y José Caicedo Rojas. Del listado anterior, el único que no escribía poesía era el filólogo Cuervo.

En medio de la ceremonia lleva la palabra el actor español, el señor Annexy, quien se levanta de su silla para dar lectura a la poesía premiada y cuyo autor, era ignorado todavía. De inmediato el suspenso continúa cuando es don Rafael Pombo, quien como autor del informe de la comisión, se levanta para decir lo siguiente del poema premiado: "Poesía que en primer lugar es poesía, y americana lleva en sí su música y su canto, por el movimiento de las ideas y el acorde ritmo de la palabra; de género ya heroico, ya descriptivo, mas no elegiaca ni política; de periodo singularmente natural en su plenitud y robustez, sin afectación ninguna; rica, mas no de ruido y color ocioso, sino de imágenes y pensamientos; libre en su forma como las silvas de Bello, y exenta, como ellas, de maquinaria pagana, fuera de ciertas personificaciones que no son fábula, sino del lenguaje común".

Los elogios continúan hasta que el señor Pombo en su informe hace un reparo: "Mas en nuestra decisión por esta poesía, tratamos de no ser ciegos. Observamos que su autor peca, felizmente por exceso de numen más bien que por defecto; que en su plan hay desproporciones; que en algunas partes sobran figuras; y varias de ellas sin influencia ulterior; que suele dilatarse inoportunamente en incidentes y con monotonía en sus engarces; que incurre en descuidos menores; ... su obra no parece fruto de mucha vigilia y pulimento, sino, por el contrario, escrita de prisa y como escasa para el designio original y fuerza del cantor..."

De inmediato se da el nombre del ganador, el señor Ruperto S. Gómez. Se da lectura al extenso poema ganador que la concurrencia aplaude:

¡Oh genios, despertad! y el estro ardiente
Bullirá en vuestra mente,
Si no ante el humo de feral pelea,
Donde revuelve indómito guerrero
Amenazante acero

En el momento de recibir el premio, Ruperto S. Gómez cuenta con 44 años de edad y cuatro de estar escribiendo poesía. Era algo extraño para la época cuando todos los poetas se iniciaban a muy temprana edad. Su vocación fue primero hacia la docencia. Con la salvaguardia del fabulista y comediógrafo chocoano Ricardo Carrasquilla, estuvo como suplente en la dirección del Liceo de la Infancia, prestigioso plantel, donde se formó discípulos que después se distinguieron en las letras y la política. El colegio funcionaba en su casa de habitación. Los estudiantes llegados de provincia, se internaban en el hogar claustro y se educaban al lado de la esposa y de los hijos del rector. Los primeros poemas de Ruperto S. Gómez, son puestos al servicio de la enseñanza, por los que escribe versos fáciles para la memoria como sus Tablas de las cuatro operaciones de enteros y sus Ejercicios para corregir palabras y frases mal usadas en Colombia. Se conocen también los versos didácticos, Problemas de geografía, que escribió en compañía de Carrasquilla. Durante muchos años sus textos estuvieron en muchos de los planteles educativos de la época y era, entre todos los métodos empleados, el más conocido.
El colegio de propiedad del poeta Gómez se llamó Establecimiento de enseñanza objetiva. Quiso con este nombre hacer ejercicios prácticos, por lo que lo dotó de un laboratorio de química, un museo de historia natural que estaba beneficiado con un herbario con plantas del altiplano cundiboyacense que había organizado Francisco Bayón. En todas las paredes había mapas de todas las regiones del mundo y en aulas especialmente acondicionadas, instrumentos adecuados para la práctica de la agrimensura y la geometría. Pero lo que más llamaba la atención a estudiantes y visitantes era una moderna instalación de telégrafo que despues le incautaron en la guerra de 1876, cuando el partido conservador al que pertenecía Ruperto S. Gómez, fue vencido. Muere en Bogotá el 16 de noviembre de 1910.

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